viernes, 29 de marzo de 2019

Masivo

Hello!

Por aquí les dejo mi poema de la semana, esta semana decidí hacer algo diferente, ya ustedes dirán qué tal me salió. En él, hablo de lo horrible que es navegar el transporte público cuando hace calor.

Espero les guste y lo compartan


Fotografía: Ayran Riascos


Son las 3 y ya me voy,
al sol reposa la promesa de llegar a casa,
del sol quiero escapar,
y el sudor guía mis pasos,
Pinto imágenes de mí,
despojándome del estrés y los zapatos,
cuando mis talones 
despidan las vestiduras del día.
me doy aliento en la fantasía,
y escojo olvidar el momento final 
intentando encarar el camino.

Entonces llega ella,
vestida de azul, mi cotidiano destino,
mi prision de cristal.
Se desliza hacia mí la serpiente,
y de repente, 
me sobreviene el dolor de la costumbre,
el dolor de la pobreza,
y pienso en automóviles,
pienso en un taxi,
¿Será posible salir de esta?
toco mis bolsillos y busco otra salida, 
te veo frente a mí, la rutina de cada día.

La serpiente me sonríe y me dice sin palabras,
con la pelusa de tus bolsillos, 
ni para el Uber te alcanza.
En el cristal hay almas 
y las puertas abiertas gritan: ¡ahora o nunca!.
Me interno en la serpiente y solo encuentro mar, personas y a la vez vacas,
viviendo a pequeña escala 
lo que un animal antes del matadero.
Con imagenes de casa en mi cabeza me abalanzo,
rogando piedad a Dios. 
las puertas se cierran y todo comienza,
una hora de tiempo libre entre el edor,
el bochorno, y el rap.

Ya en los tumbos de Santa Librada y la Manzana,
el saber asegura, que hoy sí me sacaré un pulmón.
La visión se difumina en un brindis,
entre 33 grados centígrados con sensación de 40,
un día sin desodorante y muchos traseros sudando.
Mis piernas me sostienen la existencia, 
cuando una voz del cielo y un vallenato,
me despiertan ante la víspera 
del momento anhelado.
¿Podré salir?

Entre las almas me deslizo y emprendo el nado.
Declaro, permiso, que aquí yo me bajo.
Las puertas abierta y yo aún bien atrás,
nadando hacia el fin de la tortura.
La gran masa me retiene, y en el último suspiro, 
el aire de afuera me arranca,
y mientras escucho la chicharra ya lejana,
digo, hasta luego, pesadilla,
hasta mañana, masivo de fiasco.

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